jueves, 6 de septiembre de 2012

Ni contigo ni sin ti......



Saben? Este verano he pasado toda una semana sin mis pequeños. Por motivos de organización y logística vacacional (sobre todo el exceso de ellas por parte de los chicos, y la carencia,por la mía),volaron al sur con sus abuelos para disfrutar unos días en familia.

Antes de que naciese Samuel hubo un verano que Olivia se fue con los abuelos unas semanas, pero, pero por más que lo intenté, no conseguí un recuerdo nítido de aquellos días... y ahora sé por qué...

Este tipo de separaciones es una experiencia de lo más perturbadora, y por ello he querido dejarla aquí reflejada, por si el año que viene ya no lo recuerdo.

Desde que nacen los hijos son un infinito regalo que nos proporciona toda clase de alegrías, de tiernos sentimientos, de nuevas experiencias y descubrimientos; sentimos un amor incondicional y puro hacia nuestros pequeños vástagos. El contrapunto es que aparcas tu vida durante los dos primeros años de tu bebé para dedicarte en cuerpo y alma a esa criaturita que tanto te necesita, que 24 horas al día no son suficientes para llevar a cabo tu lista de obligaciones diarias, niños, trabajo, casa, dormir, necesidades personales, siempre en ese orden de prioridad, y encontrar un hueco para uno mismo se convierte en un plan de ingeniería horaria bajo convenio colectivo con tu pareja (en ambas direcciones). Yo igual no lo cambiaba por nada.

Cuando organicé el plannig del verano y me encontré con la perspectiva de una semana sola sin mis hijos, realicé una largaaaa lista de cosas que quería hacer en esas tardes solitarias SÓLO PARA MI, entre ellas salir a cenar y al cine con mi marido!! Y de pronto llega el momento y tus hijos marchan con tus padres cinco días. De tener que hacer cuatro cosas a la vez, te asombras ante el hecho de que puedes hacer una y si quieres, pues ninguna, ya que ya no es necesario que ordenes la casa, ya que nadie te la desordena, ni que esté siempre ultra-limpia, ya que nadie se reboza por el suelo ni se lleva la pelusilla a la boca. No hay que acompañar a nadie a hacer pipi, ni colorear, ni ver películas de dibujos cantarines, ni ir al parque , ni hacer galletas, ni jugar al memory, ni poner paz en batallas fraternales... no hay llantos ni gritos...pero tampoco hay risas ni "mami te quiero". Ante esta perspectiva,el primer día cuando llegué a casa después del trabajo, olvidé todas mis buenas intenciones reflejas en mi super lista de cosas SÓLO PARA MI, y tropezando con las maletas que aún se encontraban en el recibidor me arrastré hasta la cama envuelta en una soporífera nostalgia y melancolía. Antes de que mis párpados terminaran de cerrarse me pregunté por qué me sentía de aquella manera extraña como si tuviese un agujero en mi interior si mis hijos estaban pasándolo en grande con sus abuelos, mis padres, las personas que tan bien me cuidaron de pequeña y que tienen mi plena confianza... Y me desmayé. Dormí una siesta de cuatro horas, pero no creáis que me levanté mucho mejor. Apenas sin energía conseguí arrastrarme hasta el sofá y cabeceé mirando los capítulos de Juego de Tronos que mi hermano me había grabado. Me sentía confusa ante mis sentimientos encontrados; por un lado ese "echar de menos" que duele; por otro el sentir relajación y felicidad al acurrucarme en el sofá y poder ver la peli de mi elección, o leer sin distracciones o incluso mirar un ratito el techo dejando vagar la mente. Uf! me sentí tan culpable que me volví a la cama a dormir.

Los siguientes dos días fueron exactamente igual que el primero.Tres días que mi cuerpo se dedicó a recuperar parte del sueño perdido en estos últimos cinco años.Tres días que pasé en un estado entre sonámbula y catatónica. Pero al cuarto día resucité. Tenía fiesta en el trabajo pero me desperté temprano. La luz de la mañana volvía a tener ese esplendor cegador. Me sentía cargada de energía. Limpié, organicé, trabajé, me relajé, salí a andar por el bosque con una amiga, hice yoga y cuando a la noche llegó mi marido ,charlamos un rato y vimos una peli, ( al final no salimos, no, pero por elección propia; no porque no pudiésemos!!)Fue un día muy lindo y productivo en el que sentí ,como no lo sentía desde hace mucho, que el tiempo me pertenecía de nuevo.

Pero cuando fui a buscar a mis niños y me rodearon el cuello con sus bracitos mientras gritabamos y nos besuqueabamos, ya nada de eso tuvo importancia. "Te quiero mami", y yo me siento completa al fin.





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